"Grabarán nuestros nombres en tablillas de piedra para que sean cantados por los bardos" "Eso es bueno." "No. Significa que la Tierra ha vuelto a la Edad de Piedra." |
El agradable contraste entre la luz eléctrica de las linternas y los primitivos abalorios con que había sido obsequiado por el jefe hizo desaparecer todo rastro de la fuerza del guerrero que aún corriese por su mente. "¿Y bien? ¿Cómo ha ido la cosa?", escuchó a modo de bienvenida al llegar al campamento. Abrió el petate y desparramó el contenido de fetiches y baratijas que le habían regalado encima de la mesa plegable donde humeaba una jarra de café. "Están enormemente agradecidos. Tanto, que grabarán nuestros nombres en tablillas de piedra para que sean cantados por los bardos por los siglos de los siglos", respondió. "Eso es bueno. Significa que el primer contacto ha sido positivo y podremos continuar según lo previsto", dijo ella, sus ojos verdes escondidos tras el velo de vapor que provocaba el café caliente que se estaba tomando. "No. Es una mierda. Significa que la Tierra ha vuelto a la Edad de Piedra". Se sirvió él también una taza de café y se quedó inmóvil, observando la negrura de la noche, pensando. Recordó la playa de la Barceloneta, imaginó la estatua de Colón semienterrada en sus arenas. Sorbió el café. "¡Oye!", dijo de repente, "¿hay magdalenas?". "No", respondió ella sorprendida. "¡Pues vaya mierda!". Dejó la taza sobre la mesa junto a sus recuerdos y se fue a la tienda a dormir.